Desde la masificación y la irrupción que supusieron las impresoras 3D en el mercado, ha sido imparable la adopción que ha tenido el sector médico sobre las mismas. Desde implantes de huesos cómo esternones en titanio a modelos de entrenamiento la impresora 3D ha sido una herramienta fundamental en el sector médico en la última década. Sin embargo, es importante plantear un camino para esta herramienta y no dejarla a la deriva o considerarla una herramienta que no tiene un espacio definido.
La implementación y el uso que le han dado muchos pacientes a esta tecnología ha sido asombroso. Como he mencionado antes, hay pacientes a los que se les ha implementado un esternón hecho de titanio y, recientemente se vio el caso de otro paciente al que se le reconstruyó una tráquea usando esta tecnología. Sin embargo no vemos muchos casos de estos pese a que los resultados han tenido un éxito asombroso y en gran parte el problema se debe al coste de la tecnología dependiendo del campo de aplicación. Las impresoras de metales o las que hacen reconstrucciones biocompatibles pueden tener costes superiores al medio millón de dólares por unidad y tienen un límite de fabricación muy pequeño. En otras palabras, si no hay otra alternativa no se usan.
Aquí llega mi propuesta, el uso de ellas en los médicos y no en los pacientes. Aunque de nuevo esos casos han sido casos exitosos y ojalá veamos más en el futuro cercano, ya que al fin y al cabo se usan para mejorar la calidad de vida de las personas. Sin embargo, la cantidad de aplicaciones que tienen las impresoras 3D van fuera de sólo el mundo de los pacientes. Un gran uso que se les puede dar a las impresoras 3D en el mundo de la medicina va mucho más allá de sólo los sustitutos a órganos o componentes biocompatibles que puedan existir dentro de un paciente. Un claro ejemplo podría ser la creación de material quirúrgico que sea ergonómico para el propio cirujano.
Ahora por ejemplo, en la era post-covid se está buscando la posibilidad de disminuir los costes en las herramientas de usar y tirar que sean de plástico. Se podría usar las impresoras para fabricar material de recambio para dichos componentes o por ejemplo para hacer mantenimiento en aerosoles, vías intravenosas haciendo adaptadores. Las posibilidades en cuanto a personalización de material médico y de mantenimiento son mucho más amplias con los materiales que se cuentan ahora mismo que con algunos más selectos que se pueden encontrar en impresoras 3D de las que se llaman de nicho.
En otras palabras, aunque es cierto que se ha hecho mucha innovación y desarrollo en el mundo de la aplicación de la impresión 3D al desarrollo de órganos u otros componentes en el cuero para asistencia de pacientes, dada la actual posición de la tecnología y accesibilidad que suponen otros componentes médicos, se debe considerar usar esta tecnología para la personalización de las herramientas médicas así como reducir costes de mantenimiento en hospitales.
Departamento de I+D+i de CIBEX